“La mutación es dolorosa: por tanto imperfecta siempre e incompleta” (Alessandro Baricco)
Empezaré escribiendo esta especie de “carta”, teniendo en cuenta que quizá el receptor piense que ya se habló mucho del tema o que ya existen suficientes investigaciones. Y es verdad. No hay muchos escritos sobre la mecánica de las cajas musicales o la psicología del actor en las películas surrealistas, pero sí muchos sobre medios de comunicación, la cultura y su desarrollo en la sociedad y los cambios que ha producido y que se han producido dentro de ellos. Por ello intentaré (en la medida de lo posible) ser amena y plantear puntos interesantes.
No haré como algunos teóricos o especialistas que cuando hablan de los fenómenos que ocurren en la sociedad (o en el patio humano) lo hacen como si hablaran de los fenómenos que les ocurren a los monos o a los pájaros del Caribe. Por eso, me tomaré como punto, como ejemplo, como testimonio, si se quiere, como conejillo de indias.
Yo: soy blogger hace más de un año; tengo un facebook con más de mil contactos; escucho música y veo películas desde mi laptop, visito constantemente la Wikipedia para enterarme de algunas cosas interesantes; la televisión me acompaña e intento verla diariamente; prefiero escribir en mis cuadernos que escribir en la pantalla de la computadora; llevo a todas partes mi mp4 con toda la música que bajo de internet y la escucho en todo momento; no me gusta leer desde pantallas, prefiero leer mis libros físicos y hojear cada una de sus páginas; me fascina el cine (mi computadora está llena de películas que bajo de internet un poco compulsivamente. En especial me gusta el cine independiente, el francés y el surrealista) y la literatura; en general, disfruto de apreciar el arte en todas sus expresiones; escribo siempre; no me gustan los ipads, iphones, televisores de última tecnología y derivados; me gusta leer el periódico en físico; escucho de vez en cuando la radio; tengo un celular pero, no me encanta la idea de tenerlo; disfruto de muchas conversaciones vía msn o vía facebook; he conocido gente a través de las redes sociales; tengo una cuenta en twitter la cual no uso demasiado; a veces leo algunas noticias por internet; me gusta mucho conversar y enterarme de nuevas cosas; pocas veces he participado en foros de internet o comentado en ellos; leo algunos blogs, de vez en cuando; no me encanta mandar mails.
Ahora no se puede hablar de medios de comunicación sin tecnología. Tecnología y medios de comunicación, Medios de comunicación y tecnología. Son como dos hermanas que no importa cuánto se pelen, siempre están juntas, como dos novios. Como Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, como la crema volteada con la miel. Difícil y terrible imaginarse un mundo, una sociedad, un imaginario mental sin medios de comunicación o sin desarrollo cultural. Pero también complicado adaptarse y aceptar todos sus cambios, sus mutaciones, sus transformaciones, sus olvidos y sus repercusiones. Debo reconocer que soy una futura periodista a la que no le entra totalmente en la cabeza todas estas nuevas tecnologías. Las acepto en parte, a las que me acomodo, pero le tengo recelo a algunas. Extraño los vhs ¿A ustedes les sucede lo mismo?
A Alessandro Barico: Alessandro…. “Los Bárbaros”, qué buen libro. Escrito de una manera amigable. No tienes una mirada fatalista ni conservadora como muchos otros autores que tratan e investigan del tema. Has conseguido reconciliar a las nuevas tecnologías y el comercio con la cultura y los medios de comunicación. Te acercas al fenómeno con delicadeza, buscando los detalles, desmenuzando el asunto. Una mirada de la que hay que aprender mucho (y lo digo también, por mi caso personal), debo aceptar mejor las mutaciones, como tú dices. Quizás soy un poco conservadora para estos tiempos.
Barico, en el texto mencionado, plantea tres ideas que me parecen importantes e interesantes para discutir el tema que estoy tratando y sobre las cuales trataré a lo largo de este texto: la nueva sensibilidad cultural que está surgiendo a raíz de los cambios en las tecnologías y en los medios de comunicación; la inmediatez en el consumo, las secuencias y la variedad de contenidos a las que las personas se ven expuestas constantemente; y la idea de que no se puede relacionar el avance tecnológico con la desgracia o la decadencia cultural si se quiere entender integralmente estos cambios.
“La nueva sensibilidad cultural” Suena bonito. Sucede que muchos teóricos, pensadores, filósofos, etc, conciben a “LA cultura” como algo sagrado y sacrosanto, como algo estático, clásico, inamovible y elitista. Con tantos cambios tecnológicos y en los medios de comunicación, la cultura, por así decirlo, se ha democratizado, se ha vuelto más accesible, más dinámica. A pesar de las resistencias y algunos conservadurismos, esta idea está siendo cada vez más aceptada. Las manifestaciones de la cultura de masas o de las culturas populares cada vez son más reconocidas. Salvo algunas excepciones ¿Quién iba a pensar que en los últimos años se alaben o reconozcan publicaciones como la saga de “Twilight” o la trilogía cinematográfica de “Stars wars” o la música chicha y la cumbia? Hoy, uno puede tener en su mesa de noche el segundo libro de Twilight y si quiere “Sueño de una noche de verano” de Shakespeare (No digo que esta idea me encante, pero es así. Y no está mal, y el que sea así no significa la “barbarie”).
Con ello quedan desterradas las ideas de filósofos como Theodor Adorno cuando dice:
“Hoy las obras de arte como las directivas políticas, son adaptadas oportunamente por la industria cultural, inculcadas a precios reducidos a un público reluctante, y su uso se torna accesible al pueblo, como el de los parques. Pero la disolución de su auténtico carácter de mercancía no significa que sean custodiadas y salvadas en la vida de una sociedad libre, sino que ha desaparecido incluso la última garantía de que no serían degradadas a la condición de bienes culturales. La abolición del privilegio cultural por liquidación no introduce a las masas en dominios que les están vedados, sino que en las condiciones sociales actuales contribuye justamente a la ruina de la cultura, al progreso de la bárbara ausencia de las relaciones”.
Baricco plantea que tanto en la literatura, como en el cine, la música, el internet e incluso bebidas como el vino o deportes masificados como el fútbol, ha cambiado algo, la tecnología y la comercialización los han transformado pero no necesariamente para mal, no para dejar de ser lo que son en sí (o lo que se entiende que son), sino simplemente para poder ser percibos de una manera distinta pero con la misma “esencia”. Quizás lo mismo pensaban los burgueses del el siglo XV, cuando llegó la imprenta con Gutemberg y desterró el manuscrito. Quizás, para decirlo en palabras del crítico de arte Walter Benjamin, pensaron que la reproducción técnica de los manuscritos les quitaba el “Aura” o, como diría Barico, el “Alma” a las letras y mensajes preciados de los libros. Pero no. Es simplemente una nueva manera de concebirlos y de consumirlos. No es fácil de aceptarlo, lo sé. Es interesante cómo se lo pregunta Barico en torno a los libros, pero, en el fondo, en torno a todas las otras manifestaciones culturales y medios de comunicación:
“¿qué clase de mundo ha sido generado por una mutación de este tipo? La equivalencia entre comercialización en auge y destrucción es real? ¿La idea de que se trata de un genocidio en el que estamos aniquilando es una idea inteligente o falsamente inteligente? No se trata de que me interese en particular el destino de los libros, es que ahí se está disputando un interesante partido: ¿es verdad que el énfasis mercantil mata el rasgo más noble y elevados de los gestos a los que se aplica?”.
¿El énfasis mercantil?, suena un poco feo para mí. Y (mea culpa), debo reconocer que muchas veces he satanizado al cine “comercial” en defensa del cine independiente y (según yo) más “interesante” y he hecho algo parecido con el tema literario. Pero vamos, aunque me cueste decirlo, es necesario despojarse un poco de estos pre-juicios y estereotipos. No todo lo “comercial” tiene que ser malo, hueco, vacío o tonto. Además, con el alcance de los medios de comunicación y el consumo grandemente masificado que se tiene de ellos, es complicado que una manifestación cultural, por ejemplo una película o un nuevo libro o una nueva canción, no se vuelva parte de la cultura de masas o no se vuelva “comercial”. Y una segunda cuestión, con todas estas mutaciones de las que vengo hablando a lo largo de este texto, ya no existe (o ya no es tan válido) “El paradigma del experto”. Como lo plantea Henry Jenkis en “Adoración en el altar de la convergencia”:
“Podríamos entender esta discusión en términos de la distinción entre la noción de inteligencia colectiva de Piere Lévy y lo que Peter Walsh ha descrito como “el paradigma del experto”. Walsh sostiene que nuestros supuestos tradicionales sobre la pericia y el conocimiento se están derrumbando, o al menos transformando, en virtud de los procesos más abiertos de comunicación en el ciberespacio. El paradigma del experto requiere un cuerpo definido de conocimientos que puede dominar un individuo. Las clases de cuestiones que prosperan en una inteligencia colectiva, sin embargo, son abiertas y profundamente interdisciplinares; se deslizan rebasando los límites y hacen uso de los conocimientos combinados de una comunidad más diversa”.
Entonces, veamos…“Inteligencia colectiva”, un nuevo término para el patio humano. Un buen ejemplo para explicarla (creo yo) es el caso de la famosa Wikipedia (sí, esta especie de enciclopedia virtual a la que muchos profesores universitarios odian). La cuestión es así de sencilla: millones de personas a lo largo de todo el amplio patio humano comparten sus conocimientos sobre determinado tema (desde la 2da guerra mundial hasta el “Chi you”), en nueve idiomas distintos, lo hacen porque les da la gana, porque lo disfrutan. Eso es inteligencia colectiva. Pero volvamos un momento al “paradigma del experto”. Veamos, si antes la vecina de al frente de tu casa decía que Rembrandt pintaba desastrosamente, lo más probable es que el otro grupo de vecinas se escandalizasen un poco y digan algo como que “Rembrandt es Rembrandt, no hay discusiones”. Difícilmente sucede esto hoy en día, cuando hablamos de cine o de literatura contemporánea. El paradigma del experto se ha desvanecido o casi disuelto.
Al cine: Para esta dedicatoria citaré a Walter Benjamin en “La obra de arte en la era de su reproductividad técnica”: “El cine no sólo se caracteriza por la manera como el hombre se presenta ante el aparato, sino por cómo con ayuda de éste se representa al mundo en torno. (…) El cine ha enriquecido nuestro mundo perceptivo con métodos que de hecho se explicarían por los de la teoría freudiana. (…) el cine aumenta por un lado los atisbos en el curso irresistible por el que se rige nuestra existencia, pero por otro lado, nos asegura un ámbito de acción insospechado, enorme”. Gracias cine. Por enriquecer mi mundo perceptivo, por distraerme, por educarme, por hacerme sentir tanto y hacer que me pierda en tus colores infinitos plasmados en las pantallas. Gracias por ser uno de mis pasatiempos favoritos, por cambiarme la manera de ver las cosas, por hacerme pensar. Por hacer del patio humano un lugar más interesante.
Entonces, hasta este punto queda claro que, como plantea Baricco, no se puede (o no se debería) relacionar el avance tecnológico con la desgracia o la decadencia cultural si se quiere entender integralmente estás mutaciones o esta “nueva civilización” (los bárbaros, como los llama Barico). Sucede que, en la historia, estos cambios chocantes y que han causado escándalo en diferentes épocas, parecen ser cíclicos. Ocurrió con la novela burguesa, con la televisión, con la aparición de los videojuegos, etc. En cuanto al arte y a las manifestaciones culturales, como vengo sosteniendo desde líneas arriba, éstas también han cambiado y se han transformado gracias a la tecnología y a los medios de comunicación. Pero, hay nostalgia, claro que la hay. Difícil adaptarse a tanta mutación. Como lo analiza el historiador George Didi-Huberman en “Ante el tiempo: historia del arte y anacronismos de las imágenes” cuando dice que la historia del arte siempre está por recomenzar o cuando sostiene:
“Así la novedad (el origen-torbellino) exige comenzar, no con algo como la idea de una edad de oro –aquí representada por el arte griego–, sino, al contrario, con su destrucción, que se ofrece en eco directo y explícito con el estado del mundo “civilizado” en 1945, momento el que el pintor se siente “comenzando” verdaderamente su obra. He aquí por qué el artista de hoy puede sentirse más cercano a un fetiche de las islas Marquesas, del que no comprende nada, que a una estatua griega, que sin embargo, constituye su pasado estético más intrínseco”.
Así pues, con tantos años de cambios en el patio humano, el arte y las manifestaciones artísticas, también se han visto afectadas o cambiadas; recomienzan, se vuelven a escribir y a pintar pero no dejan de ser lo que son. Porque el mundo y todo lo que ocurre en él no es estático ni está sellado a prueba de movimientos. Parece que hubiese un afán escondido porque no cambien las cosas nunca, para que se queden estáticas. Quizás es que los grupos que tienen “el poder, el conocimiento, la última palabra”, temen ser desplazados. Bueno, si dejaran de tener una postura tan anacrónica y poco tolerante, quizás no serían desplazados. Los cambios no suponen un paso encima o adelante, suponen un paso lateral, al costado. No se elimina lo anterior, cambia, se enriquece, se transforma. Los contenidos siguen existiendo y seguirán existiendo en nuestro patio humano hasta que se termine nuestra civilización. Vivimos en una era de convergencias.
Convergencias. Para hablar de ello, citaré nuevamente al profesor y periodista Henry Jenkins:
“A su vez, la convergencia mediática incide en nuestra manera de consumir los medios. Un adolescente que está haciendo sus deberes puede hacer juegos malabares con cuatro o cinco ventanas: navegar por la red, escuchar y descargarse archivos Mp3, chatear con amigos, escribir un trabajo con el procesador de textos y responder a correos electrónicos, cambiando rápidamente de tarea. La convergencia está teniendo lugar en los mismos aparatos, en la misma franquicia, en la misma compañía, en el cerebro del consumidor y entre los mismos fans. La convergencia implica un cambio tanto en el modo de producción como en el modo de consumo de los medios”.
Como lo sostenía McLuhan en su tiempo, cuando decía que “Es imposible comprender los cambios sociales y culturales si no se conoce el funcionamiento de los medios de comunicación”, la tecnología y los medios de comunicación (que son extensiones de nuestros sentidos, como dice él), están sumamente ligados a nosotros en todos los sentidos. En el patio humano, no consumimos una sola tecnología, necesitamos muchas, nos nutrimos de muchas. Y el surgimiento de una nueva, los cambios o el avance de otras, no hace que olvidemos a la anterior. Todas convergen y conviven en un mismo espacio del patio humano y en nuestros imaginarios mentales. No porque llegó el internet a revolucionar lo establecido, dejamos de ver la televisión o escuchar la radio. Yo veo televisión (y sospecho que usted también). Lo que ha cambiado es que los medios, para triunfar en la audiencia, se están haciendo mucho más participativos: los programas concurso por televisión, los reality shows, los programas de consejería por la radio, etc. En términos de McLuhan, como si todos los medios quisieran enfriarse. Quizás es lo que pida la audiencia: la participación, la “inteligencia colectiva”.
A la televisión: Gracias por la compañía durante tantos años. Por contarme y mostrarme cosas que nadie me quería mostrar. Por asustarme, por informarme, por entretenerme. Por estar en on aunque no te prestara atención y me encontrara navegando en la internet, durmiendo o leyendo algo. Te adecúas a todos los cambios, por eso todos te tienen en sus casas, te miran. No eres una cajita boba, como algunos tontos dicen.
Llegó el momento de pasar al último punto que trataré en este texto: la inmediatez en el consumo, las secuencias y la variedad de contenidos a las que las personas se ven expuestas en este patio humano. Es interesante cómo lo analiza Barico a partir del modo de adquirir experiencia. Cómo ésta ha cambiado a través de los años y con las nuevas tecnologías, con la nueva civilización perteneciente a los bárbaros. Hace treinta años, probablemente, uno adquiría experiencia o conocimiento a través de un único libro, un único discurso escolar, un único discurso en la casa. Hoy eso sería imposible. Con tanta información y tantas ideas, imposible conformarse o aceptar tan sólo unas cuantas. Con nuestros cerebros acostumbrados a apretar botones y cambiar contenidos con ellos (y con tan sólo esa acción), más difícil aún. Un clic nos puede llevar a mundos distintos. Como dice Barico a “multiplicar la cantidad de mundo coleccionable en nuestro rápido surfing”. Ello constituye las “secuencias sintéticas” o “secuencias de consumo”:
“El punto exacto en el que se dispara su diferencia es la valoración de lo que puede significar, hoy en día, adquirir experiencia. Podríamos decir: encontrar el sentido. Es ahí donde ellos ya no se identifican con el manual de buenas maneras de la civilización que les toca y que, a sus ojos, ofrece únicamente retorcidas no-experiencias. Y vacíos de sentido. Es ahí donde se dispara esa idea suya de hombre horizontal, de sentido distribuido en la superficie, de surfing de la experiencia, de redes de sistemas de paso: la idea de que la intensidad del mundo no se da en el subsuelo de las cosas, sino en el fulgor de una secuencia dibujada en la velocidad, en la superficie de lo existente”.
Y no creo que estos “sistemas de paso” constituyan contenidos efímeros, vacíos o carentes de significado. Sucede simplemente que son muchos. En internet, por ejemplo, de un link pasas a otro link y luego a otro, y puedes pasarte en esta operación durante horas y, en cada link encontrar un pedacito de información que te interesa. La unes y armas tu rompecabezas para este mundo coleccionable que tenemos en el patio humano.
Luego de todo lo dicho hasta aquí (con agradecimientos, incluidos) debo decir que no sé si soy una bárbara, una semi bárbara o una post-bárbara. Tal vez les haya resultado un poco conservadora para estos tiempos. Tal vez lo sea. Intento no serlo. Intento luchar contra mis barreras mentales y acogerme cada vez más a las nuevas tecnologías aceptar los cambios como positivos a pesar de las nostalgias. De lo que sí estoy completamente segura es de que nuestro mundo no es estático (nunca lo fue y nunca lo será, felizmente) y que los cambios no son malos. Las mutaciones hacen que este patio humano sea más interesante. Cambiar, romper paradigmas y esquemas. Eso me lo enseñó mi escritor favorito y alguien a quien yo admito mucho: Julio Cortázar, cuando escribió la famosa no-novela o contra novela “Rayuela”. Qué escándalo el que causo el Cronopio, qué escándalo. La gente le teme a los cambios pues. El temor paraliza. Pero, afortunadamente, no ha logrado paralizar este mundo que, ahora más que nunca, lo percibo en movimiento y dinamismo, avanzando a pasos agigantados con los medios de comunicación, las tecnologías y las cada vez más gigantes industrias culturales.
DH